Integración Sensorial: Los sentidos que habito

En nuestro día a día realizamos múltiples actividades, desde lavarnos los dientes por la mañana, pasando por el almuerzo, ir al colegio o al trabajo, hasta una reunión con amigos/as. En cada una de esas situaciones, nuestros sentidos nos proveen la información necesaria para responder adecuadamente a cada una de esas actividades. 

Sin embargo existen algunas personas, niños, niñas y adolescentes, que interpretan las sensaciones de una forma diferente a lo típico, lo cual desencadena múltiples dificultades en su funcionamiento diario.

Nuestro cuerpo posee 8 sentidos, ¡¡SÌ 8 sentidos!! y no sólo los 5 sentidos que nos han enseñado. A los 5 sentidos que conocemos (tacto, gusto, olfato, audición y visión) se agregan los sentidos vestibular, propioceptivo e interoceptivo. Cada uno de ellos entrega información relevante que permite generar conductas acorde a lo que ocurre en el contexto. Por ejemplo al alimentarnos el sentido del gusto, del olfato y del tacto permiten comprender las características de los alimentos, como su consistencia, temperatura y sabor, lo cual posibilita que nuestro sistema nervioso interprete ese elemento como comida; adicionalmente nuestros sistemas vestibular y propioceptivo, nos permiten interpretar lo que ocurre generando una respuesta en nuestro sistema motor, propiciando una postura erguida, realizando contraccion y relajacion de grupos musculares para ejecutar la acción de comer, de esa manera logramos comprender cuánta fuerza se debe utilizar para tomar la cuchara y de cómo ubicar la cabeza (vertical u horizontal) para coordinar el movimiento de la cuchara a la boca. Esta actividad tan natural y cotidiana en nuestra vida, significa múltiples desafíos para personas, y en este caso, para niños y niñas que tienen desafíos en su procesamiento sensorial.

¿Qué es el procesamiento sensorial? En palabras simples es la capacidad de nuestro sistema nervioso central de recibir y organizar los múltiples estímulos que recibimos del ambiente y de nuestro propio cuerpo, con el fin de generar respuestas acordes al contexto, por ejemplo si viene una pelota hacia nosotros, lo que hacemos es reaccionar ya sea moviéndonos del lugar o bien golpeándola. Generando que ante esa situación podamos responder acorde al contexto o demanda, sin producir malestar.

Como mencionaba anteriormente cuando no se logra organizar e interpretar correctamente la información sensorial, se pueden generar respuestas “desadaptativas”, esto quiere decir que nuestra conducta no se condice con las características del estímulo ni el contexto en el que me encuentro. Por ejemplo, en el primer caso de alimentación, puede ocurrir que los niños rechacen alimentos, eviten determinadas preparaciones, incluso generen respuestas exacerbadas como vómito. En el segundo ejemplo puede ocurrir que el niño no anticipe la pelota y ésta le golpee fuertemente la cara, lo cual puede generar malestar significativo, no solo desde el dolor, sino también desde su participación social, es decir, podría evitar actividades deportivas que impliquen uso de elementos en movimiento, evitar actividades inesperadas que involucren contacto con otros, etc.

En la clínica nos encontramos con frecuencia con niños y niñas que evitan o rechazan actividades que entregan estímulos que su sistema nervioso central interpreta como aversivo, por ejemplo las etiquetas de la ropa, lo cual desencadena un malestar importante al momento vestirse, manifestándose en respuestas conductuales como tendencia a ser más estructurados y controladores, con el fin de evitar estar expuestos a sensaciones desagradables. Por otra parte, nos podemos encontrar con niños que buscan determinados estímulos, debido a que su sistema nervioso percibe escasa información ingresando por esa vía, ante lo cual, para lograr más regulación sensorial, tienden a buscar experiencias de alto riesgo como trepar, moverse con frecuencia, correr, etc. lo que tiende a irrumpir en sus actividades diarias, como por ejemplo atender durante la clase en la escuela.

Nos encontramos también con niños que muestran un desempeño motor torpe, tienden a chocar con paredes, o elementos ubicados cerca. No logran vestirse o alimentarse de forma eficiente, teniendo fallos importantes en llevar la cuchara a la boca, o poder abotonar una camisa.

Habitualmente toda esta variedad de comportamientos genera un malestar significativo en las actividades cotidianas, y por lo tanto un sentido de autoeficacia y autoestima muy deficitaria, lo que naturalmente impacta en las actividades que seleccionan a realizar, como por ejemplo la participación con pares. Tienden a ser incomprendidos, y muchas veces etiquetados como el “niño mañoso”, “el niño inquieto”, entre otros. Adicionalmente el mantenerse regulados y responder de forma esperada o típica, se transforma en un desafío agregado a lo que deben enfrentar como parte de las demandas académicas y sociales propias de su edad.

Por lo anterior para los terapeutas ocupacionales especializados en el área infantil, y específicamente en Integración Sensorial, evaluamos el procesamiento sensorial para identificar, entre otros aspectos y enfoques, si existe un requerimiento desde esta área que necesite intervención focalizada.

Se busca proveer de apoyo y acompañamiento a los niños, niñas, adolescentes, familias y profesionales del contexto escolar, de manera que cada niño sea visualizado en sus necesidades y desde ahí se generen estrategias de intervención que mejoren su participación social, que influyan positivamente en su autoestima y desempeño académico.

Bibliografía

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Carol Stock Kranowitz, M. (2005). The Out-Of-Sync Child. New York: Perigee.

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Serrano, P. (2019). La Integración Sensorial en el desarrollo y aprendizaje infantil. Madrid: Narcea.

Sharon Heller, P. (2002). Too loud, too brigth, too fast, too tight. New York: Harper Collins.